ALEXANDRA DAVID-NÉEL: la viajera indomable
¿Reconocéis la prenda de la imagen? Es una de las camisetas de la Colección Coraje que más os está gustando, así que seréis unas cuantas las que la luzcáis este verano. Pero ya sabéis que detrás de cada una de nuestras prendas hay mucho más que un diseño bonito.
Está inspirada en Alexandra David-Néel, que fue una de las viajeras más célebres de todos los tiempos y la primera mujer europea que consiguió entrar en Lhasa, la capital del Tíbet. Dejad que os contemos algo más de esta gran desconocida que, como muchas otras, logró hazañas increíbles poco o nada divulgadas en los libros de historia.
¿Y QUIÉN FUE ELLA?
Orientalista, tibetóloga, cantante de ópera, pianista, compositora, periodista, escritora y gran exploradora son solo algunos de los logros de la francesa Alexandra David-Néel. Libre, feminista, valiente, librepensadora, mística, espiritual y rompedora son solo algunos de los adjetivos que la describen. Heredera de una ingente fortuna, parecía que seguiría el mismo camino que otras tantas europeas de buena familia en las últimas décadas del siglo XIX: casarse, tener hijos, quizás escribir, o pintar… nada llamativo. Pero Alexandra no era de esas, ella pensaba por sí misma.
Independiente y viajera infatigable, su espíritu libre e inquieto la llevó a recorrer tantos países como pudo y a escribir más de cincuenta libros acerca de religiones orientales, filosofía y narraciones de sus viajes.
FASCINADA POR ASIA
Se convirtió al budismo y, a partir de entonces, la fascinación por Asia marcó sus pasos. Hablaba pali, indi y sánscrito, y debatía con sabios brahmanes. En 1911, con algo más de 40 años, realizó su primer viaje a la India. La idea era pasar allí 18 meses, lo justo para entrar en contacto con algunos maestros del budismo y visitar al Dalai Lama, exiliado, pero la cosa se alargó. Al final pasó 14 años viajando por India, Bangladesh y el Nepal. Vivió dos años y medio en un monasterio del Tíbet practicando el ascetismo, la meditación y el ayuno, y donde fue nombrada lama.
«Viví en una caverna a 4.000 metros de altitud, medité, conocí la verdadera naturaleza de los elementos y me hice yogui. Cómo había cambiado mi vida: ahora mi casa era de piedra, no poseía nada y vivía de la caridad de los otros monjes», escribió.
LA AVENTURA HACIA LO PROHIBIDO
«Presentí que tras las montañas cubiertas de bosques y las lejanas cumbres nevadas existía un país distinto a todos los demás. Inmediatamente se apoderó de mí el deseo de llegar hasta él».
Su meta siempre fue encontrarse con el Dalái Lama en Lhasa, en una época en la que los extranjeros tenían la entrada prohibida a la ciudad santa tibetana, y muy especialmente las mujeres. Intentaba llegar una y otra vez, pero la arrestaban y la devolvían a la India. Así que urdió un plan. Ella y su discípulo, Yongden, se disfrazaron de mendigos y empezaron a peregrinar montañas arriba.
«Les dijimos a todos que íbamos en busca de hierbas medicinales. Yongden se hizo pasar por hijo mío. Me teñí la piel con ceniza de cacao, usé pelo de yak que teñí con tinta china negra, como si fuera la viuda de un lama brujo. Decidimos viajar de noche y descansar de día. Viajar como fantasmas, invisibles a los ojos de los demás. Alguna vez tuvimos que hervir agua y echar un trozo de cuero de nuestras botas para alimentarnos», relata.
Cuando finalmente llegaron a la ciudad, una tormenta de arena les ayudó a pasar inadvertidos. Esqueléticos, demacrados y vestidos de mendigos, una mujer les ofreció alojamiento. Lo habían conseguido, tras 4 meses y 2.000 kilómetros a pie por el Himalaya. Era 1924 y se convirtió en la primera mujer occidental en entrar a la capital del Tíbet.
VIVIR, CON MAYÚSCULAS
Después de entrar en el Tíbet regresó a Europa convertida en heroína. Fue portada del Times por ser la primera mujer en conquistar «el techo del mundo». Fue medalla de honor de la Sociedad Geográfica de París y legión de honor. La única persona acreditada para hablar del Tíbet y de budismo.
Su espíritu indomable y su actitud de exprimir la vida al máximo, enfrentándose a todas las normas establecidas para vivir la vida como ella quería, nos sirve de inspiración a las que, como ella, adoramos vivir y viajar. Ya en Elogio a la vida (1898) escribió: «Que cada cual siga enteramente, siempre y en cualquier parte, el impulso de su naturaleza, ya sea esta limitada o genial. Solo entonces sabrá lo que es vivir, en lugar de despreciar la vida sin haberla vivido jamás».
Los casi 101 años de Alexandra fueron intensos y llenos de una insaciable necesidad de aventura, y no dudó en renovar su pasaporte al cumplir los 100 años; «Por si acaso», aseguró. ¿Quizá le quedaba alguna aventura por vivir? Su luz y su sabiduría se mantenían aún intactas.
HEREDERAS DE ALEXANDRA
Alexandra David-Néel nos enseñó, no solo la pasión por la aventura, sino que no necesitamos la protección de nadie para viajar. En su época eso era totalmente inusual. Fue una pionera.
Hoy en día, con más razón: nada nos puede detener. Conocer el mundo de una forma plena, segura y que abra nuestra mente y espíritu es posible viajando solas. Viajar es una terapia que todas necesitamos. Incluso en estos tiempos de pandemia en los que no podemos irnos muy lejos. Se trata de vivir experiencias únicas que nos enriquezcan y no dejar de hacerlo solo porque no encontramos compañía.
Existen varias agencias de viajes especialmente para mujeres que viajan solas y que quieren recorren el mundo de la mano de otras mujeres inspiradoras, con las que hacer nuevas amigas de viaje: Focus on Women, Mujer y Viajera, Tacones Viajeros, WOM Viajes… The Taj Tours, por ejemplo, organiza viajes a la India y las guías y conductoras son mujeres.
Si eres una mujer con alma viajera. Si no dejas de seguir tus sueños, de vivir emociones y de buscar experiencias de viaje inolvidables, eres sin duda heredera de Alexandra David-Néel.
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